OPINIÓN

Adicciones: de una lógica del consumo a una lógica del cuidado

Después de lo que pasó

La muerte de al menos 24 personas por consumir cocaína adulterada, instaló la discusión sobre el abordaje de los consumos problemáticos. Aportamos una reflexión para escapar de los lugares comunes y profundizar el debate.

"El grito", Edvard Munch, 1883.
"El grito", Edvard Munch, 1883.

Por Gregorio Herranz*

Se dice que la adicción, etimológicamente, significa no-decir. Y, sin embargo, el complejo sistema-mundo de las adicciones está lleno de discursos cerrados, enunciados que constatan y afirman lo propio en desmedro y de lo que hacen los otros.

Este escrito corre el riesgo de ser un discurso cerrado más. Sin embargo, pretende balbuceos acerca o en torno a una situación y condición de vida que en estos últimos días ha tomado espectacularidad y mediatización. Aunque sabemos que esas luces serán fugaces, porque así conviene, porque así de grande es la careta con que nos acercamos no solo a la problemática de los consumos sino al amplio mundo de la salud mental (corporal-emocional…integral).

Como balbuceo entonces, estas líneas no pretenden sistematicidad ni tampoco un hilo rojo que ate todos los cabos y los sentidos. Simplemente son fragmentos escritos en diferentes momentos, en diferentes lugares, fragmentos que van y que vienen. Porque necesitamos darnos al ejercicio del pensamiento sin premuras, sin presuras, sin metas, sin conclusiones o certezas absolutas.

Estas líneas afirman y también vacilan. En estas líneas también dicen los silencios, los huecos, los vacíos, las entrelíneas. Estas líneas se escriben desde el desasosiego, desde cierta impotencia, desde el dolor. Como aprendemos de Marcelo Percia, se escriben con carnadura y a modo de esquirla, como un cuerpo que duele, un cuerpo herido reclama una escritura astillada.

Estas líneas (y ahora advertimos lo gracioso de estar mencionando tanto esta palabra por el tema que nos convoca), se escriben después de lo que pasó. El después es quizás la temporalidad del ejercicio de un pensamiento crítico-clínico. Los “despueses” no importan ni al espectáculo ni a la primicia. Son inútiles para cierto periodismo.

Balbuceamos pensares y sentires. Balbuceamos enrevesadamente lo que hemos escuchado en los medios, de políticos, de expertos y de compañeros de trabajo. De los chicos y las chicas, las madres y algún padre, de amigas y amigos, de aquí y de allá. Balbuceamos de lo que hemos leído de diarios, de notas, de libros, de ensayos, de artículos. Balbuceamos para no afirmarnos categóricamente en lo que decimos, para dejar que la duda y la vacilación tengan lugar, para que el no-saber también sea parte y partícipe.

Hay mucha, muchísima gente, que todos los días, y las noches, trabaja con o para chicas y chicos que están atravesando, o están siendo atravesados, por problemáticas de consumo. Lo hicieron antes, muchísimo antes que aparezca la gran noticia de “la cocaína adulterada”. Lo seguirán haciendo después, por muchísimo tiempo después, incluso después de que la noticia como espectáculo muera de las primeras planas, de los prime time, de los “alarma”, los “ahora” y los “urgente”.

La noticia de las drogas tiene pequeños períodos en que ocupa las primeras planas de los diarios. Luego pasa mucho tiempo en la parte de policiales, en general asociada a pibes y a pobres.

Cada tanto, las noticias de las drogas, sacuden con un “desabaratamiento”, un “operativo”, un “secuestro”, y otros sinónimos que figuran “una victoria contra las drogas” en donde, siempre, caen “perejiles”. Cuando las noticias de las drogas toman el podio como en estos últimos días, los allanamientos de plantas de marihuana se multiplican, como “una victoria frente al narcotráfico”.

Periodistas en busca del espectáculo devienen morales policiales que allanan viviendas y vidas para mostrar la realidad que construyen en la premura de sus cámaras y micrófonos, invadiendo territorios y colonizando cuerpos.

Acentuar el debate en la marihuana, en los adictos, en la moral, podría ser un error de ortografía, que nos haga confundir lo agudo, lo grave y lo esdrújulo. Confundir narcotráfico con consumos problemáticos puede ser traficar problemas.

La connivencia política, policial, judicial, mediática, es parte del narconegocio. Genera mucho dinero y también genera mucha muerte. El dinero y la muerte suelen tener destinatarios diferentes.

Todo lo que está pasando con el FMI tiene que ver con la problemática del consumo.

Consumos problematizan vidas; consumos consumen vidas; consumos evaden vidas; consumos incluyen vidas; consumos también dignifican vidas.

Dolores y heridas nos sacuden a considerar que las problemáticas de los consumos, necesitan de decisiones políticas, económicas, sociales, culturales, laborales, educativas, sanitarias. No podemos reducir la complejidad y un abordaje integral a solo uno de los componentes.

No hay una única respuesta y forma. No hay dispositivos mejores que otros. Las sensibilidades que duelen nos interpelan a reinventar una singular hospitalidad, donde los dispositivos se encuentren con las disposiciones.

Pasar de una lógica del consumo a una lógica del cuidado, puede servir para abrir horizontes y percepciones y una posibilidad para reinventar nuestras prácticas. Otras veces puede servir como un nuevo sello discursivo al estilo de “cambio de paradigma”, “de las adicciones a los consumos problemáticos”, “de los consumos problemáticos a los consumos recreativos”.

Los consumos no son una cuestión de clase. Y, sin embargo, dime a qué clase perteneces y te diré qué posibilidades reales tienes.

A veces el narco ocupa los lugares vacíos que deja el Estado. En ocasiones la droga ocupa el vacío que dejan las políticas públicas.

“No sé qué hacer” pronunciado por madres y pibes atravesados por el dolor de una situación, provoca la conmoción, la ternura y la compañía. “No sé qué hacer” pronunciada por el Estado, los funcionarios, los políticos, provoca la rabia y la rebeldía plebeya.

Hacer más de lo mismo que ya se está haciendo, y seguir sosteniendo las mismas discusiones hace más de 20 años en foros, congresos, ateneos y otras instancias académicas, en donde solo cambian los apodos de los rivales, nos hace cómplices de la reproducción del estado de cosas.

La nueva ley de salud mental no dejar de ser una construcción social e histórica, y por tanto falible y viable de nuevos cambios. Los marcos normativos en ocasiones son caminos de posibilidades y en otras, jaulas que encierran.

 

* Licenciado en Trabajo Social

Trabajador en el área de Consumos Problemáticos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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