Israel sufrió el peor ataque terrorista de su historia el 7 de octubre de 2023. Milicianos de la organización islamista Hamás vencieron con facilidad impensada el cerco que separa a la Franja de Gaza del sur de Israel y atacaron pueblos, kibutz y ciudades. Ingresaron a casas, asaltaron una fiesta electrónica, cometieron todo tipo de abusos y mataron a más de 1.130 personas, incluidos unos cuarenta niños. Integrantes de las Brigadas Al-Qassam —brazo terrorista de Hamás— y otras organizaciones secuestraron a 251 personas, de las cuales 21 permanecen en cautiverio, 147 fueron liberadas en intercambios por miles de prisioneros palestinos y el resto habrían muerto, asesinadas por Hamás y por los incesantes bombardeos israelíes.
Desde entonces, el Gobierno de Benjamín Netanyahu emprendió una ofensiva que le ha valido una acusación por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia. Otro tribunal, la Corte Penal Internacional, emitió en noviembre pasado órdenes de arresto por presuntos crímenes de guerra contra Netanyahu, el exministro de Defensa Yoav Gallant, y un líder terrorista de Hamás presuntamente muerto, Mohammed Deif.
En esa línea, el fallecido papa Francisco pidió investigar un probable genocidio y Amnistía Internacional y Human Rights Watch, dos de las organizaciones de derechos humanos más importantes del mundo, concluyeron que ese delito fue consumado tanto por el ataque directo contra la población de Gaza como por la destrucción de ciudades, hospitales e infraestructuras, o la privación premeditada de comida, medicamentos y agua durante meses.
El concepto jurídico establecido en la Convención sobre el Genocidio de 1948 supone probar el intento de aniquilación de un grupo humano por razones de raza, nacionalidad, religioso, etc. Otras voces internacionales e israelíes optaron por definir lo actuado por las Fuerzas de Defensa de Israel como limpieza étnica, crímenes de guerra y apartheid. En denuncias de este tipo se inscriben organizaciones israelíes como B’Tselem, ACRI y Yesh Din, y el diario Haaretz.
Desde el 8 de octubre de 2023, murieron más de 61.700 personas en Gaza —de las cuales 17.500 son niños— y 905 —181 niños— en Cisjordania, el territorio palestino más extenso, donde también recrudecieron los ataques de las FDI y los colonos israelíes. Las cifras son provistas por los ministerios de Salud de Hamás en Gaza y la Autoridad Palestina en Cisjordania, y fueron validadas por organismos internacionales y estudios académicos de investigadores de todo el mundo, incluidos israelíes, publicados en revistas científicas y en universidades de máximo prestigio.
Cada día que pasa da lugar a nuevas atrocidades. En un notable trabajo de días atrás, el New York Times reconstruyó cómo fueron ultimados quince trabajadores humanitarios emboscados por el Ejército israelí y enterrados en una fosa común.
El Ejecutivo de Netanyahu, que incluye a aliados de ultraderecha abiertamente racistas, acaba de aprobar un plan de ocupación permanente de Gaza. Se sabe que Donald Trump pretende llevar a cabo grandes emprendimientos turísticos del estilo de Mar-a-Lago una vez que logre reubicar a los dos millones de palestinos que hoy se encuentra allí desnutridos, viviendo en carpas, bajo las bombas y bloqueados por Israel en el norte y Egipto en el sur.
La política argentina parece no haberse enterado de la masacre en curso.
Excepciones
Sometida a debates sobre internas endogámicas, criptoestafas, groserías del ultra, balbuceos de su hermana, griteríos de los streamings, senadores en venta y la lista del peronismo por la tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires, la clase dirigente argentina no tiene tiempo para observar lo que pasa a distancia.
Hay excepciones. Una de ellas es Milei, quien adoptó, como ningún otro mandatario del mundo —ni siquiera Trump—, un seguimiento pavloviano de todo lo que haga Netanyahu. En las horas más bajas de la historia de la política exterior argentina en democracia, el Presidente dejó claro que el 100% de las decisiones en la materia seguirán los mandatos de Estados Unidos e Israel. Semejante sesgo tiene su recompensa con premios de cartón que entregan organizaciones ultraderechistas en Miami o Tel Aviv.
En la otra punta, Myriam Bregman (PTS) y Vanina Biasi (PO), ambas integrantes del Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad, denuncian el “genocidio” cometido contra los palestinos. A la primera le cayó un vendaval cuando se desmarcó, en una breve intervención, de la expresión unánime de los candidatos presidenciales (Massa, Bullrich, Schiaretti y Milei) que se plegaron sin matices a Israel, en ocasión del debate de octubre de 2023. Biasi, quien suele manifestarse contra el “terrorismo sionista”, fue procesada en abril pasado por el juez federal Daniel Rafecas, en virtud del presunto delito de discriminación.
Del resto de los protagonistas de la política, poco y nada. Cada tanto, alguna voz perteneciente a partidos que integraban la extinta coalición Juntos por el Cambio participa de un acto institucional de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) o de la Embajada de Israel, y reclama la liberación de los secuestrados, con más fotos que palabras.
Termómetro
Como un termómetro del estado de situación, cabe citar dos editoriales escritos esta semana. Uno en Financial Times, el diario por excelencia de la comunidad financiera, y otro en Haaretz, periódico de centroizquierda israelí, voz bastante aislada en un país volcado hace años a la derecha, que se las ingenia con valentía para reivindicar la existencia del periodismo.
“Las tasas de desnutrición de los niños está creciendo, los pocos hospitales que funcionan se están quedando sin remedios y las advertencias de hambruna y enfermedades suenan cada vez más fuertes. Sin embargo, Estados Unidos y los países europeos, que consideran a Israel un aliado que comparte sus valores, apenas emitieron una palabra de condena. Deberían avergonzarse de su silencio y dejar de permitir que Netanyahu actúe con impunidad”.
“No podemos apartar la mirada de las imágenes de niños asesinados en Gaza. Podemos seguir ignorando el número de palestinos asesinados en la Franja, cuestionando la credibilidad de las cifras y utilizando todos los mecanismos de negación y justificación. Nada de esto cambiará la amarga realidad: Israel los mató. Fue hecho por nuestras manos. No queremos ver la foto de la niña. Si la miramos, nos sentimos culpables. No nos queremos sentir culpables, porque el 7 de octubre nos pasó a nosotros, no a ellos. Y no queremos abandonar ese sentimiento, ni siquiera cuando matamos a miles de niños en su nombre. (…)'Se lo buscaron', nos decimos, y seguimos justificando una guerra que desde hace tiempo se ha convertido en una venganza desenfrenada. (…) Los israelíes pueden seguir ignorando cualquier evidencia que demuestre de primera mano la masacre en Gaza. Los medios de comunicación pueden seguir incumpliendo su deber y no exponer a los israelíes a lo que se está haciendo en su nombre y a través de sus hijos”.
La reacción ante la deriva atroz en Gaza enciende reacciones en la comunidad judía de diversos países en los que tiene peso. Por caso, en Estados Unidos, académicos, intelectuales y artistas como Tony Kushner, Ilana Glazer, Naomi Klein y Joaquin Phoenix firmaron, el 13 de febrero pasado, una solicitada junto a nada menos que 350 rabinos bajo el título “Personas judías dicen no a la limpieza étnica”. Una de las convocantes del texto publicado en New York Times, la rabina Toba Spitzer, a la cabeza de la organización Dorshei Tzedek, argumentó como “de vital importancia que, en la comunidad judía estadounidense, nos unamos a todos aquellos que se niegan a aceptar este plan perverso. El sueño de Hitler de convertir a Alemania en una ‘Judenrein’, ‘limpia de judíos’, condujo a la masacre de nuestro pueblo”.
En Argentina, la perspectiva humanista, progresista y/o de izquierda en la política ha contado con pilares judíos desde su nacimiento, pero no surgió nada parecido a las protestas colectivas contra la matanza en Gaza. Hay, sí, voces individuales, alguna agrupación informal o pronunciamientos esporádicos, pero la DAIA y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) llevan la voz cantante con muy pocos contradictores. No hay en el horizonte argentino alguna hipótesis de que decenas de rabinos se levanten para denunciar una “limpieza étnica” en Gaza.
Las voces progresistas o humanistas de la comunidad judía argentina centraron su atención en la denuncia de lo que perciben como un rebrote de antisemitismo en el mundo, en particular desde la izquierda, y en reclamar la liberación de los secuestrados por Hamás.
Ariel Gelblung, director para América Latina del Centro Simón Wiesenthal, dedicado a combatir el antisemitismo, describe un sentimiento de “soledad” tras la mañana de terror de 2023 que abroqueló a toda la comunidad, incluidos quienes miraban a distancia a la dirigencia de DAIA o AMIA, y mucho más a Netanyahu. “Son los que llamo ‘judíos del 7 de octubre’”, resume en alusión a muchos, más bien laicos, probablemente progresistas, que retomaron su judeidad aquel día.
El director del Centro Wiesenthal pone de relieve las lógicas políticas de Estados Unidos e Israel para comprender por qué en esos países hay una corriente, minoritaria pero existente, que tomó la bandera de denunciar las atrocidades en Gaza.
Meretz es el histórico partido de izquierda pacifista israelí. Está de capa caída, como toda la izquierda en ese país. Su representación en la Argentina también apunta a denunciar lo que interpreta como resurgimiento del antisemitismo, y hasta apoya el proceso llevado a cabo contra Biasi, la candidata del FIT, a instancias de una denuncia presentada por el fiscal Carlos Stornelli e impulsada luego por la DAIA.